Wednesday, July 05, 2006

Tus Palabras

Lo pensaste. Una, dos veces. Y te decidiste a hacerlo. No querías, estabas cansada, tenias sueño pero, aún así, lo hiciste. Lo viste, compraron unas bebidas y se sentaron en un parque a hablar de la vida y de los sueños.

Le hablaste de ti, de lo que te gustaba. Y él, escuchó, asintió y cumplió al pie de la letra. Allí comenzó a gustarte. Entonces, te habló de él y mientras lo hacía, sentías sus palabras llegarte, a través de vibraciones, de él al banco de metal donde estaban sentados, del banco a tu espalda y de ahí a través de toda tu columna hasta refugiarse en aquel sitio que habias jurado no volvería a ser tocado por nada ni nadie. Lo escuchabas y cada vez más te gustaban sus palabras, cómo se oían y cómo se sentían. Allí comenzaste a desearlo.

Tocaste su pecho, para asegurar que aquellas vibraciones salían de él y no de tu imaginación, y allí estaban. Tan intensas que sentiste un escalofrío y, desde ese momento, solo quisiste escucharlo hablar. El habló y habló, y tu preguntabas. Maravillada como estabas, buscabas razones para mantenerlo hablando sin cesar.

Y así lo hizo. Te habló de su vida, su infancia, sus gustos y sus sueños y aún querías más. Y sentías cómo te volvias adicta a sus vibraciones. Y soñabas que ya no podrías vivir sin ellas. E imaginabas sus palabras recorriendote el cuerpo, la mente.

Las horas pasaron y la noche se hizo corta. Y tuvieron que despedirse. Y rezaste porque tuvieras el coraje de besarlo, de morder esos labios de palabras vibrantes. Pero no lo hiciste. Las ganas te sobraron, pero te faltó determinación. Te sobró el deseo, pero te faltaron las agallas.

Así, lo viste despedirse, alejarse y entrar, y tu seguias absorta en fantasias donde él aún estaba contigo, donde tu sí lo besaste. Y te fuiste a dormir, y soñaste. Y en tus sueños habia palabras, palabras vibrantes, intensas, que recorrian tu cuerpo, tus curvas, tus elevaciones y tus hendiduras, y te guiaban de la mano de ese niño con cara de hombre a lugares donde nunca antes habias estado.

Y entonces despertaste, y pasaste el día recordando la sensación que te producian las palabras vibrantes, suplicando que volvieran a repetirse nuevamente esta noche. Pero no volvieron y tu esperanza se esfumó. Y lamentaste que hubieran durado tan poco, que no pudiste apreciar cada una en su forma y extensión.

Y optaste por olvidarlas, para no sentir el dolor de su ausencia. Pero olvidando recordabas, y el recuerdo es vivir. Y viviste en ese mundo de fantasias y sueños, te acostumbraste a él.
Y el día que llamó, no lo esperabas. Y tus ganas eran enormes y así lo demostrabas. Y lo viste, y lo besaste, y volviste por fin a sentir esas locas vibraciones que tanto te hicieron vivir.

Iana
9:27 pm
Miercoles
5 Julio 2006

2 Comments:

Blogger aquarela said...

muy bueno!!!

un brindos, pues recordar es vivir dos veces... y en realidad vale la pena vivir.

7:44 PM  
Anonymous Anonymous said...

Bueno, esas vibraciones... son todo a veces...

9:23 PM  

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