Friday, June 09, 2006

Mi Dios y mi Cruz

La magia de lo que no se tiene reside precisamente allí: en lo que no se posee.
Y así era ella. Un alma libre, imposeible. Hasta un día.

Ese día ella decidió ser poseída por alguien y poder sentir de qué se trataba aquello. Eso de lo que componían poesías, canciones. Eso que, decian los románticos, hacia girar al mundo. Eso que, decian los demás, era imprescindible, necesario. Eso que ella nunca habia conocido.

Pasó su vida creyendo en la unidad, defendiéndola, a pesar de que vivía en un país donde la unidad era inaceptable y la unión era cuestionable. Se prometió que no haría esas cosas, esas que no entendía, que la irritaban y le hacian pensar que el grado de estupidez general debía estar fuera de los parámentros aceptados.

Entonces, algo cambió. Las creencias generales comenzaron a filtrarse bajo los preceptos del "¿Por qué no?" y se vió retándose a sí misma a hacerlo. Se encontró de frente con sus razones y argumentos y, con la ayuda de una que otra teoría de la psiquis, concluyó que éstos eran inválidos, puras justificaciones para no enfrentar aquello a lo que siempre habia huido, que consideraba una debilidad , la mayor de todas: los sentimientos.

Y así se fitraron unas pocas ideas, y éstas, insignificantes en su mayoría, dieron cabida a otras más lógicas, más razonables y, por tanto, de mayor peso. Al cabo, las nuevas vencieron a las antiguas, apoyándose en que éstas últimas sólo trataban de esconder y negar algo que estuvo en ella desde siempre, aunque ella no lo supiera.

Así lo creyó ella y, al momento, enojada consigo misma por no ser más que una cobarde, incapaz de enfrentarse a sí misma siquiera, y mostrarse tal cual era, tomó la decisión de hacerlo. Se propuso ahondar en su interior, descubrir sus debilidades y ponerlas a prueba. Se entregó a cada sensación, cada emoción, cada sentimiento con tal intensidad que se sentía desvanecer. Morir. Caer.

Al principio, tenía sus reservas y lo principal era disfrutar. Luego, cuando se adentró más, en busca de aquello que consideraba real, se entregó por completo, sin dudar. Y aún allí le seguían sus razones, sus estadísticas, sus probabilidades, y éstas le decían qué pasaría - No lo hagas, no funcionará. Terminará mal, te dañará- . Pero, esta vez, primera en su vida, no las escuchó. Las ignoró - como justificaciones del miedo que eran - y siguió adelante, aún con la terrible sensación - ni razón, ni argumento: intuición - de que aquello terminaría mal y, que sus efectos le durarían por vida.

Siguió y, aún cuando se encontró con la realidad y vió que ésta sólo traería dolor, mucho dolor y sufrimiento, aún así la prefirió a la dulce estabilidad insensible que habia sido su vida hasta entonces. Sabía que el fondo del precipicio era muy profundo, o peor aún, tal vez no existía, pero incluso así, saltó.

Lo tomó como una prueba y se dejó llevar. Se olvidó de su opinión, de la de los demás. De lo que parecería y de lo que sería y sólo se dedicó a la satisfacción de aquello sin lo cual ya su vida perdía sentido. Esa misma vida que una vez se sentía completa y estructurada ahora, aparecía sin rumbo, sin motivos, sólo sujeta a los caprichos de aquello que la embargaba, que se convirtió en su razón de existir y ocupó su tiempo, su espacio. Su mente y su cuerpo. Aquello que, por instantes, la llevaba al paraíso y que por ratos - largos y pesados ratos- la bajaba al peor de los infiernos. Eso que se habia convertido en su Dios y su Cruz.

(Quod Me nutrit Me destruit)

Iana
7:05 pm
Jueves
8 Junio 2006

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