Friday, June 30, 2006

El profesor

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La vi esta noche. Estaba sentada en la primera fila. Llegó un poco tarde pero, ¡ Dios, que bella estaba!
Llevaba un vestido rojo vino poco holgado, que dibujaba sus curvas: sus pechos, su cintura, su abdomen, sus gluteos. Un escote pronunciado revelaba la forma de sus senos y me hacía perderme en fantasias mientras hablaba de leyes y reglamentos al resto de los estudiantes.

La noté el segundo día de clases. Siempre se sentaba en la misma butaca: segunda fila, tercera columna desde la puerta. Era callada, parecía tímida; inteligente con certeza. Hablaba poco, habia escuchado su voz unas pocas veces. Tres para ser exacto; sólo tres preguntas me habia hecho.

Ella me gusta. Me gusta mucho. Aún así, trato de no prestarle atención. Tengo una responsabilidad con mis alumnos. Tengo temas que exponer, términos que explicar, preguntas que responder. Pero hoy, no pude evitarlo. La miré, mucho. Era como si la clase fuera sólo para ella. Creo que no pude terminar una oración siquiera, sin cruzar mi vista con la suya. Y ella también me miraba, profundo, a los ojos, como si viera en mi algo más que un profesor.
§
Lo miro. Creo que me gusta. Y yo, creo que le gusto a él también. O será el escote? Que imprudente de mi parte. Me mira a menudo, y cada vez a los ojos. Clava su mirada en la mia y yo, con descaro, la sostengo. Me fascina con su forma de hablar, con sus conocimientos, con su fluidez. Empiezo a fantasear despierta y me lo imagino a él, el mismo saco, la misma corbata, la misma expresión; y yo, extáctica, sin poderme contener, me abalanzo sobre él y lo voy despojando, pieza por pieza, de la ropa mientras él me deleita hablandome al oido de leyes y sindicatos, de trabajadores y empleadores, de permisos y licencias.
§
Se veían dos veces por semana. Su clase era la última de un día agotador, y sin embargo, ella siempre la esperaba con ansias. Para verlo, y para escucharlo. Y así, soñar con nuevos episodios todas las noches, en salones de clases solitarios o habitaciones donde ella le preguntaba sobre el amor y él le contestaba con reglamentos y códigos mientras tocaba sus piernas y besaba su cuello y para ella sus palabras, sonaban como la más dulce de las poesías.
§
Se acercó a mi al final de la clase. Me hizó una pregunta sobre lo que habia expuesto y le respondí sin mirarla, pretendiendo guardar unas hojas en la maleta. No era así. Es que no podía mirarla. Si lo hacía leería mi mente y entonces, no habría vuelta atrás. Hice bien. Que pensaría ella de semejante profesor? Me perdería el respeto, dejaría de admirarme.
§
Me acerqué a él al final de la clase. Le hice una pregunta tonta, sólo para poderlo mirar a los ojos de cerca y saber si aquello que había visto era real, no producto de mi imaginación. Pero ni siquiera me miró. Se limitó a contestarme, de manera directa, cortante. Me gustaría pensar que le avergonzaba mirarme de cerca, después de haberlo hecho durante toda la clase, pero estaría imaginando cosas. Probablemente fue todo fruto de mi imaginación.
§
Hace 3 horas que terminó la clase. Hace una hora que estoy acostado. No logro conciliar el sueño, no puedo sacarla de mi mente. Me persiguen sus piernas, que me saben a miel sin haberlas besado. Me invaden sus ojos, que me penetran hasta el fondo y ven aquello que trato en vano de ocultar. Me tortura su boca, el tono de su voz; esos labios que permanecen cerrados, impidiendome escuchar su voz, conocer sus palabras, urgar en sus pensamientos. Y yo, desecho, ansioso, confuso. Rogando que termine ya esta pena y orando por que se prolongue un poco más.

Me levanto, voy a la cocina, tomo un vaso de agua. Paso mi mano por mi cuello y siento su mano acariciándome. Bajo por mi pecho, y son sus dedos tocándome. Bajo un poco más y siento sus ojos sobre mi, mirándome, haciendo esa pregunta innecesaria, y yo asintiendo con mi cabeza, una y mil veces Sí y, entonces....

- Cielo, estas bien? Ven, vuelve a la cama, que me haces falta.

Saco mi mano del boxer y asiento-sí, solo vine a tomar un poco de agua, voy en un momento.
- La veo alejándose y pienso. Y recuerdo entonces que no debo pensar en ella más, porque yo ya conocí a la mujer de mi vida, y ya tengo unas piernas con sabor a miel, y unos ojos penetrantes. Y a pesar de que estos labios siempre permanecen abiertos, y ya conozco todas sus palabras, y puedo urgar todo lo que quiera en sus pensamientos, sin sorpresas, sin sobresaltos, pero estos son mis labios, mis piernas y mis ojos, a los que pedí un día que me hicieran compañía y lo han hecho mejor que nadie, en las buenas, en las malas y en las peores. Y porque esos son los labios que beso todas las noches, y los ojos que veo cada mañana y aunque tal vez no sean lo que deseo, son definitivamente lo que necesito.
§
Y entonces, vuelve a la cama y besa a su esposa. Y al hacerlo se imagina besándola a ella, su alumna. Y espera que aquello pase pronto, que sea sólo temporal. Pero presiente que así no será, y que esa chica tímida del vestido ceñido, de los ojos perturbadores y los labios sellados, será su perdición y por ella, lo perderá todo y nada podrá hacer para evitarlo.

Iana
11:23 pm
Viernes
30 Junio 2006

1 Comments:

Anonymous Anonymous said...

Me encanta este post..! :)
Yva

11:03 PM  

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