Monday, August 28, 2006

Sexo & Chocolates



En el suelo de mi habitación, acostada, mirando el pedazo de cielo que se filtra por mi ventana me pregunto:-¿Y si nunca vuelve a pasar? ¿Si la última vez fue, de hecho y para siempre, la última? ¿Y si nunca volveré a sentir otro cuerpo así tan cerca, así tan junto al mio? ¿ Y si nunca otra mano volverá a tocarme? ¿Y si nunca otro cuerpo se tenderá junto al mio, exhausto, luego de varias horas de retozos? ¿Entonces qué? ¿Me resignaré y diré que de todas maneras no lo necesito; que puedo vivir sin sexo?

No, no lo creo. Quiero decir, de vivir-respirando, bombeando sangre, electrizando neuronas-, viviré pero, de vivir así como debería ser-con ganas, con cojones (ovarios), disfrutando cada instante-, lo dudo. Me pregunto si me convertiré en una de esas personas a las que la vida parece saberles a mierda. ¿Y qué tanto más seria se puede tornar mi expresión? ¿Si de por sí no sonrío todo el tiempo, qué será cuando se me olviden las razones que me quedan para hacerlo? ¿Hasta dónde llegará el surco que ya tengo en la frente de tanto que insisto en que se vea que tomo las cosas en serio?

Ahh! pero el sexo no es tan importante, es sustituible. Sólo tengo que canalizar mis energías a través de algún deporte o alguna otra pasión exhaustiva, enfocarme en las cosas que deseo y a las cuales aspiro -siempre y cuando no sean personas- y, si éstas no funcionan tan bien como está previsto, llenar las lagunas con chocolates.

Dicen los científicos que el chocolate promueve la liberación de una sustancia que provoca a quien lo come, una sensación igual a la que se siente cuando se ha hecho el amor. Imagino que ellos, o nunca han comido chocolates, o nunca han hecho el amor. Alguien que haya experimentado ambas, sabría sin duda que existen enormes diferencias. Me consta.

¿Qué cantidad de chocolate equivaldría al roce de unos labios ansiosos? ¿O a una hurgante mano atrevida?

Cuando escuché por primera vez de los 7 pecados capitales y supe lo que era la gula, me resigné al infierno. Por supuesto, para ese entonces no sabía-o más bien no tenía pleno entendimiento - de lo que era la lujuria.

Para mi la comida siempre ha sido un placer que procuro disfrutar donde, cuando y como me apetezca. Me gustaría que fuera así también con el sexo. Tenía un amigo que me decía que la noche más grande de mi vida sería cuando tuviera un hombre en la cama rodeado de carnes, ensaladas, frutas, tartas, y todo tipo de platos exquisitos. Yo también lo imagino así, excepto que en mi fantasía él está cubierto por la comida y yo devoro sin distinción: lamo, libo, muerdo.

Si me pusieran a elegir entre sexo espectacular y comida mediocre o comida espléndida y sexo mediocre, no podría decidirme por una. Me he hecho la misma pregunta desde que las conozco ambas, y no he logrado dar con una respuesta definitiva. Cuando tengo hambre, se me hace más imprescindible la comida. Cuando tengo ganas, el sexo. Me aterra pensar que tal vez más adelante me toque elegir: un excelente cocinero que no sepa nada de sexo, o un maravilloso amante que no sepa nada de cocina. Sin embargo, creo que me iría por el segundo, no porque el sexo sea más importante, sino porque comer fuera de casa no se considera traición. Nadie me miraría mal si prefiero la comida de la calle a la de la casa.

Irónicamente, no como mariscos. Creo que es porque son demasiado explícitos para mi gusto, carecen de sutileza. Es difícil que la textura suave y babosa de una ostra no te recuerde otra cosa. Es más difícil aún no comparar ese olor que caracteriza a los productos del mar, con otros olores más íntimos, más personales de la gente. Comer mariscos es un acto lascivo que suele calentar la sangre y los sesos con efectividad similar a la del alcohol.

Entre las comidas que me gustan estan los dulces y, entre estos, los de chocolate. A mi me encanta el chocolate y, en períodos de abstinencia, lo consumo por montones. Tal vez sí haya alguna relación entre chocolate y sexo después de todo. He notado que siempre que la vida no me sabe a rosas, incrementan mis ganas de comer chocolates. Cuando estoy aburrida, siento que no tengo amigos y las cosas pierden sentido, como chocolates. Eso, por supuesto, ni me divierte y me hace encontrarle sentido a las cosas, pero parece que algún efecto ejerce, pues cada vez que me siento así, el chocolate es lo primero que me viene a la mente (bueno, lo segundo).

Nunca he sido capaz de hacer dieta. Pasé cinco años de mi adolescencia luchando contra mis instintos por la comida, y creo que nunca gané una sola batalla. Todos los lunes llegaba con un bolso de zanahorias y la mente llena de argumentos contra las grasas, y en cada recreo esas donas me llamaban por mi nombre y me atormentaban con el recuerdo de su sabor. Y olvidaba todos mis argumentos, mis objetivos, TODO! y me abalanzaba a comprarlas anticipando esa primera mordida, y luego la segunda, y la tercera, y así hasta que ya no quedaba más y mi apetito quedaba satisfecho.

Al final, me resigné a mi vicio, le dejé el campo libre a la comida para que hiciera conmigo lo que quisiera y me dediqué a ejercitarme, para contrarestar un poco los efectos posteriores que podría tener sobre mi salud esta ingesta descomedida de grasas, proteínas y carbohidratos.

Irónicamente (otra vez), justo cuando me había convencido de que la comida sería mi perdición y que la gordura tal vez no fuera un mal tan grande (en algunas culturas-muy pocas para ser francos-es un elemento muy atractivo y señal de buena salud) comencé a perder peso y, sin notarlo ni proponérmelo, la comida comenzó a pasar a otro plano.

Allí fue que descubrí el sexo. Tímidamente, debo admitir, y con muchas reservas al principio pero, confío en que eso, como otras cosas, a través de los años será sustituido por otras cualidades más útiles - claro, en el momento menos esperado como siempre me pasa.-

Confío también en que las experiencias, hasta entonces, sean placenteras, poco complicadas y altamente edificantes.-Me gustaría decir muy diversas también pero, conociéndome, lo dudo; extrañamente, la gente tiene la impresión de que yo soy una persona complicada-.

Así mismo, si éstas (experiencias) no llegasen a suceder, y la última fue, de hecho, la última-al menos por un tiempo considerable- confío en que encontraré alguna otra cosa en que pensar y entretenerme. Si no, bueno, me quejaré un poco, seguiré diciendo que un día de estos se me va a caer por el desuso, culparé a la abstinecia de mis "chipeos", comeré un poco más que de costumbre, y si el tiempo y las ganas me lo permiten haré algún deporte, leeré algún libro o trataré, en el mejor de los casos, de descubrir alguna de esas verdades universales que sólo se alcanzan con el análisis exhaustivo de una mente sin nada mejor que hacer.

Iana
11:18pm
Domingo
3 Septiembre, 2006

1 Comments:

Blogger Alguien said...

Bastante extenso y real tu ecrito. Solo te puedo decir q el unico limite para los humanos es los q nos fijamos, y de q asi como una vez sentiste la sensualidad en tu piel, pronto veras mas y mas. el humano fue creado para crecer, siempre

8:08 PM  

Post a Comment

<< Home